Los santos en su esencia son testigos del potencial humano. Demuestran que en la carne ordinaria pueden florecer flores espirituales extraordinarias. Este potencial no pertenece a épocas, razas o clases específicas, sino que es un don innato de la humanidad. Al darse cuenta de esto, podemos no adorar ciegamente a los santos, ni menospreciarnos, sino con un corazón equilibrado, pisar el camino de la iluminación. Como dice el zen: "Cuando llega el sueño, duerme; cuando llega el hambre, come", manteniendo la conciencia en la vida cotidiana, cada uno puede en cierto momento tocar esa luz de sabiduría que ilumina la vida.
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Los santos en su esencia son testigos del potencial humano. Demuestran que en la carne ordinaria pueden florecer flores espirituales extraordinarias. Este potencial no pertenece a épocas, razas o clases específicas, sino que es un don innato de la humanidad. Al darse cuenta de esto, podemos no adorar ciegamente a los santos, ni menospreciarnos, sino con un corazón equilibrado, pisar el camino de la iluminación. Como dice el zen: "Cuando llega el sueño, duerme; cuando llega el hambre, come", manteniendo la conciencia en la vida cotidiana, cada uno puede en cierto momento tocar esa luz de sabiduría que ilumina la vida.